Una mirada pidiéndome permiso antes de besarme.
Como al principio, como si volviéramos a empezar.
Ya no somos todo lo que llegamos a ser, nos hemos deshinchado, perdido nuestra esencia, la confianza y la complicidad. Volvemos a partir de cero, de esa fina línea en la que todo hay que hacerlo con cautela.
No puedes besar cuando quieras, tienes que mirar al otro, y pedir permiso.
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