-Me haces bien -solté sin pensar.
-Gracias, lo mismo digo -fue su sincera respuesta.
Nos miramos a los ojos. Y nos miramos. De manera muy distinta que la primera vez. Con ganas. Y con más ternura, con más intensidad. Pero no nos atrevimos a repetirlo, ya estábamos bastante turbados. Nos separamos, nos preparamos sin hablar, para irnos a la cama, y cuando estuvimos en ella nos cogimos de la mano para quedarnos dormidos. Hasta que Amos preguntó con suma cautela:
-¿Mira?
-¿Sí?
-Me... me gustaría volver a besarte.
Y esta vez contesté:
-Gracias, lo mismo digo.
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