lunes, 29 de abril de 2013

Al instante siguiente yo estaba inclinado sobre el rostro de Xirín, nuestros labios se rozaron, cerramos los ojos y ya nada existió a nuestro alrededor, sólo la monotonía del canto de las cigarras amplificado en nuestras mentes aturdidas. Beso prolongado, beso ardiente, beso de los años superados, de las barreras derribadas.